EL DIA QUE CONOCÍ A BRICEÑO
El día que conocí a Briceño.
En una plácida tarde merideña del siglo pasado, fui con unas amigas a La Pedregosa, en una quinta muy particular por su ubicación dentro de una gran arboleda, la forma de la construcción también muy especial. Mis amigas hablaron, yo también participé en la conversación, muy agradable de escuchar al Dr. Briceño y pasamos un rato inolvidable, me preguntó varias cosas, no recuerdo qué, y me dijo: Ah, tu eres inventor, ese es tu oficio. De ahí en adelante dije: yo soy inventor. Josefina sacó una torta para compartir y así se hizo, todos comimos y quedó algo, una de las amigas dijo: Dr. esa parte queda para que usted comparta con su familia, y él repuso: No, siga dividiendo y compartamos a partes iguales entre los que aquí estamos, no debe sobrar nada (más adelante comprendí por qué).
Después que terminamos me dijo: Mi hijo tiene un caballo, que es su maestro, incluso mejor que yo; salimos al patio y me llevó a un corral improvisado donde estaba un bonito caballito castaño que tenía una mano lesionada, examine la mano y no percibí mayor cosa, le dije que parecía insignificante que con reposo debía pasar el dolor.
Te llamé para afuera para poder hablar contigo en privado, me dijo: eso que te paso con tu esposa te hubiera pasado con esa o con cualquier otra, porque era para ti esa lección, y la superaste bien caminaste por el filo de la navaja ya no te volverá a pasar.
No dije nada, pero reflexione, ¿Cómo lo sabe? Y me quedé con la respuesta: no te volverá a pasar…. eso era lo mejor que podía escuchar.
Luego nos despedimos y con muy baja voz me dijo: Puedes venir cuando quieras…
En la próxima visita a su casa, me citó para la mañana siguiente temprano a su oficina de la universidad, y me dijo: Esta noche probablemente tengas algunos sueños. De los sueños no me acuerdo pero sentí su presencia en mi cuarto con otras personas, no me dio miedo sino que sentí como si me estuvieran examinando…,
Llegué puntual, nos saludamos y caminamos de un lado al otro por la acera del edificio en donde está la cátedra de filosofía de la ULA.
Al final de la acera se puso de frente a mi y me dijo: ¿Cómo me ves? realmente tuve una visión relámpago y vi una figura inmensa como un ángel, o como un gigante, y no le dije nada, lo oculté, me pareció que si se lo decía se iba a burlar de mí, fue como si momentáneamente estaba en otra dimensión, seguimos hablando de varias cosas que no recuerdo… y en eso empezaron a llegar unos muchachos y me dijo: Nos vemos después, ya están llegando mis alumnos, vete para tu casa tranquilo maneja despacio.
En el trayecto en algunas partes del camino me sentí en el aire como si estuviera en un avión, y cuando me daba cuenta había transcurrido mucho camino, y sorprendido me pregunté, ¿ya estoy por acá? cuando pasé Guanare…. y en otros tramos del camino fue igual, sin mucho ya estaba en Caracas.
Angel Ricardo Fajardo
Agosto 2020
Freddy Aguirre Morales, « El Arcángel »
Acrílico sobre papel, 2019