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LA CUARESMA Y EL 40 DE LA CABALA


Estamos en una época muy particular para las culturas judeocristianas, un pasaje entre los Carnavales y la Semana Mayor, la conocida y poco practicada Cuaresma. 40 días para purificarse; 40 días para prepararse para el retorno del sol, las flores y la fiesta de la vida; 40 días para disfrutar del final del invierno y el inicio de la primavera, para el hemisferio norte, y final del verano  y llegada del otoño, en el hemisferio sur; 40 días para meditar, sosegarse y disponer el cuerpo, la mente y el espíritu, para la experiencia de lo religioso, lo espiritual, lo sagrado.

 

En la tradición cabalista, el número cuarenta (40), presente en la Cuaresma, simboliza algo muy especial, ya que puede ser comprendido —como suele ser en esta cosmovisión— desde múltiples perspectivas y dimensiones de lo humano, en las que esté presente el número 40. 

 

Recordemos, antes de escudriñar algo de estos símbolos gramáticos  que, en el idioma hebreo, desde la Kabbalah, las palabras y las letras son alfanuméricas, es decir, cada letra del alefato (abecedario hebreo) tiene un valor cuantitativo, un peso, una medida que corresponde a un número, y éste, a todas las otras formas matemáticas idénticas, con lo que los cabalistas consideran que todo aquello que dé el mismo resultado aritmético, es idéntico a sí mismo en esencia. 

 

El número 40, por ejemplo, está presente no sólo en la Cuaresma, sino en muchos relatos, alegorías y leyendas judeocristianas que, nos permitirán levantar la punta del velo que cubre los misterios del simbolismo de la Cuaresma.

 

LA CÁBALA DEL 40 Y EL SIMBOLISMO DE LA CUARESMA

 

40 días se necesitan para conocer el sexo de un bebé; con lo que la Cuaresma define la polaridad del siguiente ciclo.

 

40 semanas dura en promedio un embarazo, con lo que la Cuaresma es un período en el que estamos preñados de nosotros mismos, es una época idónea para gestar proyectos y sueños, preparar el alma para renacer.

 

40 jornadas se recomiendan desde antaño como Cuarentena, proceso de aislamiento para recuperar la salud, para superar una virosis, para que los órganos retornen a su puesto después de un parto; con lo que la Cuaresma es un lapso propicio para el aislamiento, las prácticas de técnicas de autosuperación, para reorganizarnos y prepararnos para una vida que incluya hábitos de orden, salud y cuidado de sí.

 

40 años paso Moisés en el Éxodo, transitando el desierto hacia la Tierra Prometida; con lo que la Cuaresma es uno de esos ciclos en los que podemos rediseñar, resemantizar y redefinir lo que queramos, en lo personal o colectivo, podemos reencausar nuestra atención y esfuerzos para conquistar la Tierra Prometida, esa que nos merecemos.

 

40 días pasó Jesús en el Desierto, en continua oración, practicando ayuno, confrontando las tentaciones y preparándose para cumplir su misión; con lo que la Cuaresma es un espacio que nos damos para reconectar con lo espiritual, con lo trascendente, para meditar, orar y hacer prácticas sanadoras y potenciadoras del ser, para hacer ayunos de alimentos, de palabras, de nuestras pasiones y vicios.

 

40 es el valor de la décimo tercera letra hebrea: MEM מֵם‎ que, cabalísticamente, simboliza el agua, el discernimiento, la revelación. En el Génesis, Dios separa las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Las del Espíritu y las del Cuerpo. Las segundas, quitan la sed, pero ésta vuelve. Las primeras, hidratan para siempre el Alma. El secreto es beber de las aguas del cielo. 

 

Noé superó en 40 días el Diluvio Universal, salvando a todas las especies en el Arca. Moisés separó las aguas del mar y liberó a su pueblo de Egipto. Jesús, caminó sobre las aguas. Éstas simbolizan nuestro mundo sentimental y sensible, las pasiones y la sabiduría emocional, que tenemos que trabajar como vía de integración y superación, de comunión y salvación. Decantar las aguas turbias de nuestras emociones nos brinda libertad y madurez, autoestima y empatía.

 

40 es 4 x 10, 4 es DALETH  ד que, simboliza la puerta, y 10 es YOD י que, representa la semilla divina, Dios. Con lo que 40 es el portal que conduce por el sendero que lleva a recuperar la esencia divina, nuestra partícula de Dios.

 

La Cuaresma es una temporada que, como canta el Salmo 40, hemos de cultivar la paciencia para ser escuchados y salvados del pozo por Dios, de tal modo que, al practicar la Cuaresma nos disponemos a entrar en el desierto interior, para despojarnos de los pesares, para recuperar lo esencial, para hacer sacrificios conscientes, para despertar el arquetipo del peregrino y atravesar con valentía algún mar que nos acongoje, algún pantano de vicios y tentaciones, con el fin de iluminar las oscuridades de nuestra personalidad, es decir, recuperar el valor, reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad, sobre nuestros demonios y rectificar lo negativo en nosotros mismos; meditar sobre la misión que tenemos por delante y, nutrirnos así, de aquello que nos eleve, que nos revele, que nos conecte con las aguas de arriba.

Dr. Don Rodrigo Martínez y Andrade

@doncreactor

Dr. en Filosofía

Dr. en Educación

Astrósofo, Tarotpeuta

Prof. Universitario 

Coord. de la Cátedra Libre de Estudios Orientales, Dpto. de Filosofía, Facultad de Humanidades, Universidad de Los Andes, Mérida - Venezuela

WhatsApp +58-412-1274269

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Baptiste Piechaud



 











RECETA regalada por Juan Mahiz

PARA ELABORAR LA LECHE DE SOYA

1. Dejar los granos de soya remojando la noche anterior y preparar un envase con un paño de cocina de tejido apretado.







2. Se licua 1 de granos y 2 de agua.








3. Se exprime









4. Cocinar 20 minutos a fuego lento revolviendo de vez en cuando (¡Cuidado! Es como la leche, puede desbordar)

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